¿Con compañia? - Privado Hugo -

Aquella tarde brillaba el sol con bastante fuerza, repartiendo todo su calor allá por donde llegase. Por su parte, el rey de corazones había decidido salir al maravilloso jardín que el castillo poseia.
Pero esta vez no pasearía solo, pues mando a uno de sus fieles criados que llamase a Hugo, con quien era de las pocas personas con las que trataba con más confianza, si se podía decir, de todo el castillo.

Mientras estaba, tomó asiento en uno de los bancos de hierro perfectamente forjados, que el jardín poseia, dejando que el ambiente de paz le embriagase.

Los pasos del otro se hicieron audibles en cuanto llegó, junto a su criado, al jardín, pero espero a que se posicionase a su lado, o al menos cerca, para volver la cabeza un poco y saludarle de forma desenfadada e informal, como de costumbre era él.

- Hola, Hugo~ Hacía ya tiempo que no te veía. Ven toma asiento conmigo - dijo mientras se hacía a un lado del banco dejandole un hueco al general para que este se sentase a su lado.
Sabía que de seguro había interrumpido su tarea de mantener y el orden y estas patochadas, al menos Alex las pensaba así, pero igual se alegro de verle llegar tan pronto.

- Y relaja ese ceño, o se que tatuara en la cara de por vida - dijo, dandose el lujo de bromear, riendo no muy alto.

Por su parte, el rey de corazones se mantenia totalmente relajado.

- Le mande llamar porque me apetecía estar en compañia de alguien agrable - dijo de forma sincera y le miro sonriendo de medio lado.
Notó que miraba al suelo, por lo que con cuidado alzo su mano hasta el mentol del contrario e hizo que alzace el rostro y le mirase, sin dejar de sonreir.

- ¿Pasa algo? ... ¿No hice bien en llamarte? - pregunto borrando la sonrisa y mirandole algo preocupado, no sabía que le ocurría al general de tréboles.

A veces le molestaba en desmedida que le tratase de esa forma, se había echo a la idea de que a pesar de que le llamase por su nombre y le tratase como a uno más, el general, por su parte, seguiria tratandose de usted y llamandole 'su majestad'.

Aparto la mano, dejandola sobre su propio regazo y suspiro.

- Hugo, lo voy a decir una sola vez y no quiero que me hagas repetirtelo... - su tono cambio drasticamente a serio y autoritario. - ...Cuando tú y yo estemos a solas quiero que me llames por mi nombre, no hay personas con las que debas guardar las apariencias. - le miro de reojo con el ceño fruncido y expresión muy seria.

Cambió su expresión severa por la que expresión que siempre solía llevar que correspondía con una sonrisa alegre.
- Fácil Hugo, eres el único al que puedo considerar amigo, ¿Qué menos que tú también me consideres como tal y comiences a tutearme? - contestó con simpleza acomodandose un poco en el duro banco de hierro.

Le miró al escuchar lo que susurró, estaba demasiado cerca. Frunció los labios un poco, recordando que también había oido esa clase de rumores, pero los cuales tampoco les molestaba, es más, más de una vez hubo fantaseado con ello, imaginandolo no era tan desagradable.

- ¿Y qué dicen esos rumores? - preguntó, de nuevo con aquel tono autoritario, a pesar de que lo sabía, quiso saber que era exactamente lo que Hugo escucho.

- ¿Amantes?... - murmuró al escucharlo, cuando dejo de hablar volteó la cabeza y miró al horizonte del jardín.
De nuevo le asaltaban esas fantasias e ideas que le pasaban por la cabeza cada vez que oia eso.

Le miro de reojo levemente sonriendo también.
- Tampoco es tan malo, ¿no? ¿Acaso no te gustó? - dijo como si tal cosa.

- Para el carro, Hugo, a pesar de ser el Rey, te voy a ser sincero, la Reina y yo no estamos casados... - era a la primera persona que le confesaba aquello que se supone no debía de saber nadie, pero sin más lo soltó. - Así que lo que hice no estuvo mal-

Casi en una actitud infantil infló las mejillas levemente y miró a otro lado, se sintió algo molesto por como el general intentaba evadirse del tema.

- Quiero que lo repitamos - otra vez uso su tono autoritario pero esta vez para uno de sus caprichos.

Le lanzó una mirada furtiva, mezclada con una de odio y de diversión, un completo cacao de sentimientos.

- Lo has oido bien, dije que quiero repetir, soy soltero y el rey, así que te lo estoy ordenando - mentira, ciertamente se lo estaba rogando, porque debía ser sincero consigo mismo al menos, aquel general llamaba su atención de sobremanera, ¿Por qué si no iba a estar constantemente haciendole llamar?

- ¿Ya mismo piensas acatar la orden? - murmuró al ver la reacción del otro. No pudo más que reir de forma suave dandose la vuelta por completo hacía él y quedar frente a frente. - Si que eres rápido acatando las ordenes de tus superiores - comentó con cierto aire distraido.
Alzó la mano un poco y con cuidado apartó los mechones rebeldes que ocultaban sus ojos, el tacto de su pelo era suave, ya casi lo había olvidado y eso era algo que no podía ocurrir.

Aquel gesto ya comenzaba a gustarle más, a pesar de preferirle sin el. Entrecerró un poco los ojos y de forma incosciente apreto el agarra que el general le hizo a su mano.
- ¿Te perece bien cualquiera de las infinitas habitacione del castillo? - susurró contra los labios del contrario. Por su parte tambien se acercó poco a poco a él, haciendo que unos escasos centimetros fuese lo que separaban sus rostros.

Con mucho gusto por su parte correspondió el beso, de forma lenta y pausada, sin querer parecer ansioso o deseoso de aquellos labios.
Sin trapujos apoyo la mano libre sobre una de las piernas del otro, dando un leve apretón en el muslo de forma cariñosa.

Podia y cabia la posibilidad de que alguien les viese, pero no importaba, no quería romper aquel momento por nada.

No pudo evitar jadear en un tono bajo pero audible, ¿Cómo era posible que solo un beso le provocase aquella reacción?
Se vio obligado a romper el delicioso beso por falta de aire en sus pulmones, sus mejillas estaban levemente sonrojadas y lentamente fue abriendo los ojos, fijandose en los del contrario.

- Será mejor que vayamos ya a un lugar más privado o se nos irá de las manos... - declaró algo avergonzado, pero con voz segura.
Terminó de romper la escasa distancia entre ellos, poniendose en pie, enseguida se dio la vuelta y haciendole un gesto con la mano le invitó que le siguiese.




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